Lecturas del sábado, cuarta semana del tiempo ordinario, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2015-02-07

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la carta Hebreos 13,15-17.20-21:

Por medio de Jesús, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre. No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios. Obedeced con docilidad a vuestros dirigentes, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, con lo que salís ganando. Que el Dios de la paz, que hizo subir de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os ponga a punto en todo bien, para que cumpláis su voluntad. Él realizará en nosotros lo que es de su agrado, por medio de Jesucristo; a él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Sal 22 R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por anos sin término. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,30-34:

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

II. Compartimos la Palabra

Las emociones, si no son compartidas, no suelen ser tan emocionantes. Jesús invita hoy a sus discípulos a una sesión de encuentro, entre ellos mismos y con él. Como humanos y todavía buenos pescadores, pero no mucho más, necesitaban compartir la experiencia de su correría apostólica. Necesitaban ser animados y felicitados, y, en su caso, orientados en las posibles dudas. Y todo, con tranquilidad, con sosiego, en fraternidad y con Jesús.

El Pastor y los “zagales”

Jesús, el Pastor, escucha. Ha sido su primera misión y la primera vez que Marcos los llama “apóstoles”; ”zagales”, sí, pero aprendiendo el oficio del único Pastor, y con él a su lado. Se trata de irlos introduciendo en la cultura del encuentro, entre ellos y con Dios. No se nos indica si prevalecieron los éxitos, los fracasos o si hubo de todo, como obra humana que era. Lo importante es la actitud de Jesús, su preocupación por estar con ellos en un sitio tranquilo, para que puedan descansar, y para que el sosiego físico provoque en ellos el deseo y la necesidad de compartir su experiencia.

Hoy se habla de hacer un día de retiro, un día de desierto. Jesús nos ofrece el modelo del mejor retiro: silencio y tranquilidad, actitud de apertura, encuentro y presencia de Jesús. Apertura al Espíritu que, como en sus mejores tiempos, sigue soplando, iluminando, pacificando y convirtiendo, a cuantos se dejan, en pacificadores.

Las miradas de Jesús

“Jesús –dice hoy el Evangelio- vio una multitud”. La misma que veían los discípulos. Una cosa es ver a secas; otra, mirar. Jesús miraba lo que veía, y, fruto de aquella mirada, “le dio lástima de ellos”, un sentimiento muy noble que Jesús convierte en actitud y en acción compasivas. Jesús, con su penetrante mirada, ve a la multitud “como ovejas sin pastor”, desorientadas, sin saber por qué viven, por qué sufren, sin saber el sentido de sus vidas.

Jesús buscaba un sitio tranquilo para descansar él y los suyos. Pero, una vez más, deja el descanso para otra ocasión por la urgencia y necesidad de aquella multitud, errante y descarriada. “Y se puso a enseñarles con calma”, con cariño, con paciencia. Y, aunque no lo diga el Evangelio, con seguridad que aquellas personas encontraron sentido a sus vidas, y regresaron a sus hogares y todo fue distinto para ellas, por el encuentro, por la mirada y por las palabras de Jesús, y lo que éstas encerraban.

Los que nos sentimos seguidores de Jesús, ¿cómo miramos a la gente? ¿Nos da lástima comprobar la ausencia de sentido en la vida de algunos? En caso afirmativo ¿nos quedamos tranquilos con nuestros nobles sentimientos o intentamos, como Jesús, convertirlos en actitudes, en conducta y en vida?

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino