de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
6 marzo
Génesis 37,3-28: “Ahí viene ese soñador; démosle muerte”, Salmo 104: “Recordemos las maravillas que hizo el Señor”, San Mateo 21,33- 43. 45-46: “Éste es el heredero, vamos a matarlo”
Cuando escuchamos la narración de los viñadores homicidas se suscitan en nosotros sentimientos muy fuertes porque no podemos comprender la actitud de aquellos viñadores a quienes se había confiado la viña. Sabemos que está dirigida a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, como principales responsables de la comunidad. Podemos caer en el error de pensar que Cristo solamente la decía por ellos y no tomarla en cuenta en nuestra actualidad y acabar nosotros también matando al “hijo”, al “heredero”, despreciando a Jesús que es la piedra angular.
A cada uno de nosotros también el Señor nos ha tratado con el amor y dedicación que expresa el viñador. La ha protegido, la ha cuidado, le ha puesto una torre… y nos ha confiado la viña esperando que demos frutos. No es difícil imaginar los frutos puesto que el canto de la Viña de Isaías sigue resonando en las tradiciones populares: el fruto que yo pido es la comprensión y el amor a tus hermanos, pero sólo escucho los ayes de dolor y la injusticia con que se oprime los débiles.
También de nosotros espera esos frutos, y también hasta nosotros viene a recogerlos. ¿Qué encuentra? ¿Cuáles frutos estamos dando? Quizás estemos con las manos vacías o peor aún, quizás hemos utilizado todos los dones que Dios nos ha dado para adueñarnos, para enorgullecernos, para cometer injusticias y para lastimar a los hermanos. Como en la parábola, con frecuencia tenemos mensajeros que vienen a recordarnos que debemos dar frutos. E igual que en la parábola nosotros no hacemos caso.
Ahora en estos días de Cuaresma es Jesús mismo el que pide frutos ¿qué le respondemos? Ojalá no tomemos nuevamente la postura de los viñadores y sacrifiquemos a Jesús. Si lo despreciamos y lo hacemos a un lado de nuestra vida, si no seguimos sus enseñanzas, si no vivimos su amor; quedaremos igual que aquellos viñadores. ¿Nos molestamos porque el Señor viene a pedirnos cuentas? ¿Haremos a un lado a Jesús que vuelve a tocar nuestra puerta?