de José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera-Oaxaca
Hoy, en el día internacional de la mujer, expresamos a todas nuestro reconocimiento y gratitud. En el hogar, en la Iglesia, en diferentes campos la aportación de la mujer ha mostrado calidad por su servicio, entrega y amor; su presencia es sentida principalmente en los momentos importantes y difíciles de la familia y de las comunidades: nacimiento, problemas, pobreza, enfermedad, muerte, desastres, servicio social, fiestas. Erradiquemos toda discriminación y violencia contra las mujeres para liberar su potencial de humanización en la familia y en todos los campos de la sociedad. Sin su participación activa no será posible la reconciliación social y la paz en Oaxaca.
Dios ha forjado el cuerpo y el espíritu de las mujeres con una sensibilidad y capacidades especiales para amar y transmitir vida; por eso el ser de la mujer está en estrecha unión con el nacimiento, desarrollo humano y restauración de toda persona; ellas, principalmente las madres, ponen los cimientos de vida de familia y de fraternidad, las que mejor cultivan en todos, desde la niñez, las semillas del amor auténtico, respeto, servicio, verdad, la unidad y ayuda mutua en las diferencias; ellas están más cercanas y atentas a lo que pasa a cada uno en el hogar. Así cultivan un lenguaje de paz, pensamientos y sentimientos de paz.
Para cultivar el lenguaje de la paz, quitemos la carga dura o agresiva de nuestras palabras y expresiones. Las palabras agresivas inyectan desconfianza y miedo, dificultan la comunicación y cercanía entre las personas; manifestar nuestra inconformidad con gritos, burlas y crítica irracional, es asumir la agresividad verbal que siempre suscita y alimenta violencia, daña la convivencia pacífica. Es importante que en el hogar todos, desde los niños, nos ejercitemos hasta adquirir el lenguaje de la paz; que experimentemos cómo, al compartir y preguntar con sencillez en familia lo que nos pasa y sentimos, se superan malentendidos y confrontaciones, se fortalece la unidad.
Con frecuencia, ante lo que no nos gusta o nos parece contrario, actuamos sin pensar, con gestos de rechazo; los pensamientos y sentimientos de paz nos permiten superar el estado de ánimo y las reacciones primarias de agresividad. Nos urge a todos ayudarnos a pensar bien, alimentar la cabeza y el corazón con pensamientos y sentimientos de paz, ejercitarnos en orientar los impulsos de rechazo o de agresividad por lo que propicia la verdad, la tolerancia, el respeto y la unidad. Así experimentaremos que en el compartir las diferencias está nuestra riqueza, seguridad y nuestra misma felicidad. Es lo que nos proponemos en la Campaña por la Reconciliación y la Paz.
Esforcémonos todos por valorar y proteger a las mujeres, defendiendo y promoviendo su dignidad y vocación fundamental; impulsemos su participación activa en todos los campos de la sociedad; esto no impide la superación y trabajo de las madres fuera del hogar pero sí urge una revisión y jerarquización seria del tiempo y sus tareas insustituibles en el hogar, principalmente con sus hijos. Las mujeres son indispensables para impulsar esta Campaña; ellas pueden aportar mucho para humanizar nuestra sociedad desde los hogares con sus capacidades, ternura, cariño, delicadeza y amor. Sin ellas nunca podremos doblegar la violencia ni lograr una vida de calidad.
Pongamos los ojos y el corazón en la Santísima Virgen, la mujer que Dios se escogió para hacerse hombre y con Ella redimir a toda la humanidad; imploramos su protección y ayuda, especialmente para las mujeres, para recorrer juntos el camino de la Reconciliación y de la Paz.
Con mi saludo y bendición para todos.