Lecturas del sábado, cuarta semana de cuaresma, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2015-03-21

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de Jeremías 11, 18-20

El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó lo que hacían. Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: Jalemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más.» Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón; veré mi venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.

Sal 7,2-3.9bc-10.11-12 R/. Señor, Dios. mío, a ti me acojo

Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame,
que no me atrapen como leones
y me desgarren sin remedio. R/.

Júzgame, Señor, según mi justicia,
según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables,
y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas,
tú, el Dios justo. R/.

Mi escudo es Dios,
que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo,
Dios amenaza cada día. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: - «Éste es de verdad el profeta.» Otros decían: -«Éste es el Mesías.» Pero otros decían: - «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?» Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: - «¿Por qué no lo habéis traído?» Los guardias respondieron: - «Jamás ha hablado nadie como ese hombre.» Los fariseos les replicaron; - «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos.» Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: - «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?» Ellos le replicaron: - «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.» Y se volvieron cada uno a su casa.

II. Compartimos la Palabra

Jeremías, en la Primera Lectura toca dos temas orando a Yahvé que, sin gran esfuerzo, podríamos hacer nuestros: Por una parte, se siente perseguido injustamente y, además, por quienes debería esperar tener un trato de favor, por sus familiares. Y, por otra, se sincera ante Yahvé preguntándole por qué los malos, aparentemente al menos, son felices; y los fieles, creyentes y practicantes, no lo tienen tan fácil y, con frecuencia, carecen de la suerte que tienen los otros. Jeremías no lo entiende y, más de una vez, nosotros tampoco. Yahvé le seguirá pidiendo confianza, aunque no lo entienda.

Jesús, signo de contradicción

Desde que Simeón profetizó a María que “aquel niño” iba a ser signo de contradicción, los hechos y los dichos fueron demostrando la veracidad de aquel aserto. Hoy vemos a Jesús en el Evangelio, aceptado por unos, rechazado por otros –los de siempre- y no bien interpretado. Casi sin darnos cuenta, nos vamos a aquella bendición de Jesús a su Abbá: “Te doy gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las revelado a la gente sencilla” (Mt 11,25ss). A la gente sencilla, a los pequeños, como los guardias del Templo, que reconocen ante los fariseos que no han prendido a Jesús porque “nadie ha hablado como él”; a los pequeños que reconocían en Jesús al Profeta y al Mesías; a Nicodemo, que, aunque fariseo, prevaleció en él la honradez y las luces que emanaban de Jesús, y supo defenderle, con riesgo de ser por ello desprestigiado. El misterio es cómo siendo las luces las mismas, el mismo Jesús, unos las reciben y aceptan, otros las rechazan.

Hoy sucede lo mismo. El Papa Francisco es aceptado por unos, normalmente por los sencillos y biempensantes, rechazado por otros y ninguneado por otro grupo numeroso. Sin embargo, él, como Jesús, sigue bendiciendo, uniendo, tendiendo puentes y mostrando con palabras sencillas la Buena Noticia del Evangelio.

A Dios sólo se llega por la fe

Y a la fe, por la limpieza de corazón. Los fariseos, los escribas y los sumos sacerdotes no tenían, por lo que se ve, el corazón limpio, sino lleno de prejuicios. Y, así, si Jesús hacía milagros, sería por arte de Belcebú; si hablaba con cordura y sinceridad, era un embaucador. Si Nicodemo pedía sólo justicia en el trato con Jesús, le tacharán de “galileo”; si los guardias del Templo confiesan que “jamás nadie ha hablado así”, lo achacarán a que se han dejado embaucar, pues ningún jefe, ningún fariseo, cree en él.

A lo largo de la historia de la humanidad ha sucedido y sigue sucediendo lo mismo. La primera condición para alcanzar la verdad es buscarla sin prejuicios, con limpieza de mente y de corazón. Y también hoy nos encontramos con “fariseos” y personas sin un corazón limpio donde sólo cabe lo que ellos piensan. Y hay “guardianes” de Templos y de identidades, buscadores sinceros de la verdad, que, con un corazón limpio de prejuicios, van por la vida ofreciendo, con respeto y delicadeza, amistad, veracidad, integridad, trasparencia y bondad. No son siempre los que más teología saben, pero sin saberla teóricamente, son los que más y mejor la viven y practican. Puede que tampoco sepan mucho de la fe teologal, pero se fían ciegamente de Dios y confían en él sintiéndose hijos, sin percatarse, quizá, que no hay fe más auténtica que ésa. Tampoco a ellos les pidáis algo contra su conciencia, convencidos como están de que “jamás nadie ha hablado como él”, ni nadie ha mostrado como él el sentido de la vida y de la muerte para la persona humana.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino