de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (cfr. Mc 14, 1-15,47)
Domingo de Ramos, ciclo B
¡Comenzamos una Semana apasionante! Jesús entra en Jerusalén[1]. En Él, Dios, creador y dueño de todas las cosas[2], viene a nosotros y se abaja, como dice san Pablo[3], para rescatarnos del caos que provocamos al desconfiar de su amor y cometer el pecado, con el que nos encerramos en la prisión del egoísmo y abrimos las puertas del mundo al mal y a la muerte.
¡Recibamos a Jesús! Digámosle: “Hosanna”, es decir: “¡Sálvame, te lo ruego!”[4] Él nos rescata con la fuerza del amor, capaz de vencer al pecado, al mal y la muerte, y de hacer triunfar la verdad, la justicia, la libertad, el progreso y la vida.
Jesús, como anunciaba Isaías, ha escuchado a Dios y no se ha echado para atrás[5]. No se dejó someter por el egoísmo que esclaviza. No permitió que le arrebataran su identidad y lo desviaran de lo que debía hacer, la traición de un amigo, el abandono de sus íntimos, las mentiras, las presiones, las calumnias, las injusticias, el rechazo, la confusión del pueblo, la corrupción de las autoridades religiosas y políticas, las ofensas y la violencia.
Aunque en medio del dolor se sintió abandonado, siguió confiando en Dios y dejándose ayudar por Él para hacer lo que debía[6]. Así ha dado comienzo a una vida plena y eterna para todos. Ahora, sólo falta que lo sigamos por el camino que nos muestra: el amor, que no es sólo un sentimiento que dependa de los estados de ánimo o las circunstancias, sino una decisión: dejarse amar por Dios para amarlo a Él, amarnos a nosotros mismos y amar a los demás.
Así tendremos la fuerza para vivir con identidad y libertad, y para rescatar a nuestra familia y a nuestra sociedad, de modo que todos seamos respetados, promovidos, defendidos y alcancemos una vida plena para siempre. No permitamos que nos condicionen y desvíen las presiones de quienes quieren hacernos pensar que cada uno puede inventarse su propia verdad y que el éxito lo alcanza quien, pensando sólo en sí mismo, usa a los demás, desentendiéndose de ellos.
Escuchemos a Dios y no nos echemos para atrás frente a las propias limitaciones, enfermedades y cansancios; frente a los problemas e incomprensiones en casa, el noviazgo, con los vecinos, en la escuela y en el trabajo; frente a los defectos del clero y de algunos laicos; frente a la inequidad, las injusticias, la corrupción, la impunidad, la falta de oportunidades, la pobreza, la inseguridad, la violencia y la indiferencia que hay en nuestro país y en el mundo.
Hagamos el bien que nos toca. Así contribuiremos a mejorar nuestro matrimonio, nuestra familia, nuestra Iglesia, nuestra sociedad y nuestro mundo. Y si llegamos a sentirnos abandonados y desanimados, por favor recordemos que con Dios nunca estamos solos, como ha dicho el Papa[7].En la Eucaristía Jesús nos da la fuerza de su amor para que podamos seguir adelante y vencer al mal con el bien.
[1] Cfr. Mc 11,1-10.
[2] Cfr. Sal 23.
[3] Cfr. 2ª Lectura: Flp 2, 6-11.
[4] Cfr. Pseudo Crisóstomo, citado en Catena Aurea, 7101.
[5] Cfr. 1ª Lectura: Is 50, 4-7: “El Señor me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia”.
[6] Cfr. Sal 21.
[7] Homilía en el Domingo de Ramos, 24 de marzo de 2013, n. 1.