de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
2 Mayo
San Atanasio
Hechos 13,44-52: “Ahora nos dirigiremos a los paganos”, Salmo 97: “Cantemos las maravillas del Señor. Aleluya”, San Juan 14,7-14: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”
En los frecuentes diálogos que hemos tenido con diferentes representantes de los pueblos originarios tanto de nuestra patria como de otras naciones, siempre nos sorprende el profundo sentido religioso que todos ellos tienen. Normalmente no existe esa dicotomía o división que con frecuencia se da entre nosotros. Miran la vida toda siempre en relación con Dios. Sean los fenómenos meteorológicos, sea la vida social, sea la vida familiar. Toda está puesta delante de Dios.
Alguien preguntaba si el hombre actual ya no tiene necesidad de Dios… la respuesta casi unánime ha sido que sí necesita de Dios, pero que ahora se ha hecho un dios a su medida. Ha desplazado a Dios de su ámbito, pero ha puesto “otros” dioses que puede manejar a su gusto o que lo mueven a su gusto: el dinero, el poder, el placer… Y claro que también algunas prácticas religiosas que más bien parecen escapes y acomodaciones de un dios a su gusto y a su servicio.
Cuando Felipe le dice a Jesús que le muestre al Padre, seguramente le causó mucha extrañeza a Jesús porque todas sus acciones, toda su misión, todas sus palabras tenían la única y explícita tarea de darles a conocer un Dios que es amor, que es Padre, que es misericordia y que acompaña a cada uno de los hombres. ¿Qué rostro de Dios esperaría Felipe que le mostrara Jesús? Quizás el rostro que había aprendido en las estructuras y enseñanzas judías y que ahora le parecía distante. No puede ofrecer Jesús ese rostro de Dios, sino el rostro de Dios que se acerca al hombre y que le manifiesta todo su amor. Las leyes, los ritos y las prácticas judías dejaban muy lejos ese rostro de Dios.
También nosotros nos hemos alejado del verdadero rostro de Dios. Algunas personas que afirman que son ateos, lo que buscan en realidad es ese otro rostro de Dios y no la caricatura que a veces presentamos. Hoy, junto con Felipe, pidamos a Jesús que nos muestre al Padre, pero estemos dispuestos a experimentarlo y a dejarlo entrar en nuestra vida. No llenemos su espacio con ídolos que a nada nos conducen. Si miramos toda la vida de Jesús podremos descubrir ese rostro de Dios, papá amoroso, cercanía, luz y vida. Jesús, muéstranos al Padre.