Lecturas del sábado, quinta semana de Pascua, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2015-05-09

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 16, 1-10

En aquellos días, Pablo fue a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de un griego y de una judía creyente. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso llevárselo y lo circuncidó, por consideración a los judíos de la región, pues todos sabían que su padre era griego.

Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las Iglesias se robustecían en la fe y crecían en número de día en día.

Como el Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y Galacia. Al llegar a la frontera de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Troas.

Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos.»

Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.

Sal 99, 1-2. 3-5 R. Aclama al Señor, tierra entera

Aclama al Señor,
tierra entera, servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 18-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.

Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.

Recordad lo que os dije: "No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra."

Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.»

II. Compartimos la Palabra

En la lectura de los Hechos vemos a Pablo, con Timoteo, recorriendo Siria y Cilicia, llegando hasta Derbe y Listra. Es su 2º viaje misionero que aprovecha para visitar y consolidar las Iglesias y Comunidades por él fundadas anteriormente. Llama la atención la visión que tiene en la que un macedonio le pide que vaya a Macedonia a ayudarles, llamada que Pablo secunda de inmediato.

En el Evangelio nos presenta la difícil situación de la comunidad cristiana a finales del siglo I y principios del II. Prevalece el rechazo, cuando no la persecución abierta. No sabemos si los discípulos de Jesús supieron desde el comienzo lo que les podía pasar, pero hoy las palabras de Jesús son muy claras al respecto: “No sois del mundo, por eso el mundo os odia”.

El rechazo de los buenos

De entrada, uno esperaría lo contrario: que los buenos atraigan; que los malos molesten, incomoden y enfaden. ¿Cómo puede suscitar odio la fe? La única razón es reconocer que la fe es luz e ilumina; y a nadie le gusta que, cuando no obra bien, le señalen con el dedo, con el dedo de la fe en este caso. Los seguidores de Jesús no son del mundo, no pertenecen al mundo, aunque estén en el mundo. Y, si sus obras son conforme a la luz de la fe, el mundo no puede estar a gusto con ellos; y llega a odiarlos.

Es cierto que hay que respetar, hay que tener empatía con los que no piensan ni actúan como nosotros. Pero, el imperativo de Jesús es terminante: Sed sal, sed luz. Sazonad, iluminad. Con todo el respeto y delicadeza de la sal; con todo el cuidado de la luz. Pero, sazonando e iluminando, aunque lleguen a odiarnos. “Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros”. Difícil equilibrio el nuestro: fidelidad al Evangelio y fidelidad al “id por todo el mundo y haced discípulos de todos los pueblos”. El ejemplo, Jesús mismo.

El que realiza la verdad se acerca a la luz”

Esta es la consigna para todos: acercarse a la luz, siendo coherentes, sinceros, auténticos. El mayor error que unos y otros, los que son del mundo y los segregados del mundo, pueden cometer es la insinceridad o decir palabras, frases, tópicos faltos o al margen de la verdad.
Y, además de ser verídicos cuando hablamos, necesitamos serlo también cuando actuamos, cuando ejercemos e intervenimos en los asuntos cotidianos. Necesitamos vivir una vida sincera y auténtica, sin engañarnos ni engañar. Creo que fue León XIII quien dijo que “Dios no necesita de nuestras mentiras”. Ni Dios ni cualquiera que, por el motivo que sea, contacte con nosotros.

Jesús buscó y sigue buscando una vida más bella, más verdadera y más luminosa. Los que tienen luz que iluminen; los que saben, que muestren la verdad, al margen de sus opiniones o pareceres; y los profesionales de la belleza, los artistas, que no se cansen de plasmarla en todas sus formas. Porque hoy Jesús nos viene a decir que donde hay luz, verdad y belleza no puede haber odio, sino sólo bondad y santidad. O sea, allí estará él.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino