de Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro
Jesús insiste en esta narración del evangelio, en que permanezcamos en su amor, porque solo así es posible cumplir el mandamiento del amor y dar muchos frutos, pero además nos exhorta al amor mutuo.
Este texto nos presenta a Jesús que desvela el motivo último que ha guiado e impulsado toda su vida: el amor. Usa la imagen de los amigos elegidos para colaborar en su trabajo, de tal manera que ser de la comunidad de Jesús es cuestión de amor y nuestra relación con él ha de ser a ejemplo de la suya con el Padre.
Por eso Jesús desarrolla la idea de la permanencia en el cómo medio y modo de vida para los discípulos; Jesús insiste en esta permanencia en el amor, como si intuyera que a los suyos les costaría permanecer en el amor ya que el amor es una de las lecciones más complicadas en la escuela del seguimiento de Jesús.
Mientras que en no pocas ocasiones nosotros llamamos amor a cualquier cosa y detrás solo hay egoísmo y reserva del corazón a entregarse, en la vida de Jesús hay una opción por permanecer en el amor del Padre, amando al Padre. Para que aprendamos que permanecer en el amor es lo único esencial Jesús se pone como modelo. Escuchar este mandamiento en una sociedad acomodada a su bienestar y hacer lo que convenga por intereses o según me apetezca, es una noticia importante y de contracorriente; vamos acostumbrándonos a poner caducidad a muchas cosas incluso a los valores. Por ello el cuestionamiento a permanecer, es decir que dure.
Para Jesús es claro que el amor es permanencia, no es caduco y lo dice de manera tan contundente que se lo da como un mandamiento, o sea como norma referencial de conducta y como algo distintivo, por eso señala: “En esto les reconocerán”. Es cierto que tenemos que rezar, ir a la Santa Misa, pero estos preceptos se pueden cumplir sin amor, pero no se puede amar sin rezar y sin alimentarse de la Eucaristía.
El ser humano esta orientado de una manera natural y necesaria hacia el amor, por ello una de las grandes lamentos de una persona es sobre todo de no ser amado. Esto lo percibió claramente Beata Madre Teresa de Calcuta cuando fundo a las misioneras de la caridad, después de abrazar al hombre tirado en la calle, que al abrazarlo muere en sus brazos con una sonrisa, sintiéndose amado. Vio en aquella persona maltrecha a Jesús mismo en la cruz gritando “tengo sed”; aquí, una sed de amor. Por eso el amor que Jesús pone como mandamiento no es solo el amor que el corazón humano siente y necesita. Hay un modelo y una forma de amar original: amar como Jesús ha amado. Hay que estar continuamente referidos a Jesús para captar su modo de amar, para aprender la profundidad de su estilo de amor. Este amor al estilo de Jesús no se aprende copiando, sino interiorizándolo. Es un amor que llega a entregar la vida. ¡Qué gran desafío!