Lecturas del viernes, sexta semana de Pascua, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Vie, 2015-05-15

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 18,9-18

Estando Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión: «No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío.»
Pablo se quedó allí un año y medio, explicándoles la palabra de Dios.
Pero, siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron en masa contra Pablo, lo condujeron al tribunal y lo acusaron: «Éste induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la Ley.»
Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Galión dijo a los judíos: «Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, arreglaos vosotros. Yo no quiero meterme a juez de esos asuntos.»
Y ordenó despejar el tribunal. Entonces agarraron a Sostenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal. Galión no hizo caso. Pablo se quedó allí algún tiempo; luego se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se afeitó la cabeza, porque había hecho un voto.

Sal 46,2-3,4-5.6-7 R/. Dios es el rey del mundo

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»

II. Compartimos la Palabra

"Muchos de esta ciudad son pueblo mío"

Pablo está en Corinto y una vez más lo acusan ante la Justicia de ser un perturbador. Corinto, donde se encontraba lo mejor y lo peor de la cultura griega, no era un foro fácil para la evangelización, pues la confrontación con el paganismo era extremada.

Pablo, acostumbrado al duro combate que supone anunciar el Evangelio en tierra hostil, nada lo detiene cuando se trata de proclamar la Palabra de Dios. Dios mismo lo conforta y lo confirma en su misión para que no desfallezca: "No temas, sigue hablando, no te calles, porque yo estoy contigo." Estas palabras, que el Señor le dice a Pablo en la visión nocturna, son de las que más veces se escuchan tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, dirigidas a personas a las que Dios ha elegido para ser sus testigos en el mundo. Oyeron lo mismo Moisés, Jeremías y la Virgen María, y ahora Pablo.

Dios ha elegido a Pablo para evangelizar Corinto porque más allá de las apariencias, Él ve en esos paganos un pueblo para su alabanza, llamado a aclamarlo con gritos de júbilo, como leemos en el salmo. Es el nuevo Pueblo de Dios: «muchos de esta ciudad son pueblo mío».

Esta lectura nos invita a preguntarnos: ¿Tenemos derecho a desconfiar nosotros, o desanimarnos, porque nos parece que nuestra sociedad está paganizada sin remedio? ¿no estarán destinados a ser pueblo de Dios tantos jóvenes a quienes vemos desconcertados en la vida, o tantas personas que parecen sumergidas irremediablemente en los intereses materialistas del mundo de hoy?

Hoy como ayer, evangelizar es ir contracorriente, es una tarea ardua, no podemos dejar que la comodidad y el miedo al fracaso nos venzan. Es cierto que no nos faltarán las dificultades, pero es igualmente cierto que tenemos garantizada la alegría. La alegría de ver brotar la vida donde había muerte en cualquiera de sus formas. La alegría de ver que cada vez son más los hombres que creen en Dios. No perdamos ninguna oportunidad de dar testimonio de nuestra fe.

“Vuestra tristeza se convertirá en alegría”

Una característica de la vida del cristiano es la alegría. Incluso cuando muerte y vida, tristeza y gozo, salud y dolor formen todavía parte de la humanidad. Es una alegría profunda, no superficial, que pasa a veces por el crisol del dolor y la renuncia, pero que es fecunda en vida. Es la alegría del grano de trigo que muere para dar fruto. Es la alegría de la madre ante la nueva vida que ha brotado de ella. No encontraremos persona más alegre que un cristiano que vive a tope su vocación de entrega a los demás. Como la alegría de la Pascua de Cristo, que a través de la muerte alumbra un nuevo mundo y salva a la humanidad.

Si la alegría es un fruto característico de la Pascua que estamos celebrando y que nadie nos puede quitar, deberíamos preguntarnos: ¿cómo estamos de alegría interior en nuestra vida?, ¿es una asignatura aprobada o suspendida en nuestra comunidad?, ¿de veras creemos nosotros mismos la Buena Noticia de la Pascua del Señor?, ¿es ése el motor que nos mueve en nuestra vida cristiana o vivimos resignados, indolentes, desalentados y apáticos?, ¿se nota que hace seis semanas que estamos celebrando y viviendo la Pascua? El Papa Francisco es bien claro: Un cristiano sin alegría, o no es cristiano o está enfermo. ¡No hay otra! ¡Su salud no va bien allí! La salud cristiana. ¡La alegría!

Ya lo decía Santa Teresa: “un santo triste, es un triste santo”. Si Jesús nos ha prometido convertir nuestra tristeza en alegría, ¡que se nos note!… es el mejor testimonio que podemos dar de Él. La alegría es una excelente herramienta para la nueva evangelización.

MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)