de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
14 Mayo
San Matías apóstol
Hechos 1,15-17.20-26: “Echaron suertes, le tocó a Matías y lo asociaron a los once apóstoles”, Salmo 112: “Lo puso el Señor entre los jefes de su pueblo. Aleluya”, San Juan 15,9-17: “No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido”
El celebrar este día la fiesta de San Matías, quien fue elegido como apóstol para sustituir a Judas después de su traición, nos da ocasión para acentuar las características esenciales de todo discípulo. Cuando se busca entre los discípulos el candidato idóneo se le exigen las siguientes condiciones: a) Que haya conocido a Jesús desde que Juan Bautizaba. b) Que haya acompañado a Jesús en su vida pública. c) Que se convierta en testigo de la resurrección.
Es el camino para todo discípulo: tener un contacto directo con Jesús, un encuentro que confronte nuestra vida con la propuesta que Él nos hace. Este encuentro se realiza en la vida ordinaria escuchando su Palabra, conociéndolo en sus hechos a través de los evangelios, haciendo oración, reconociéndolo en los hermanos, amándolo en los más pobres. Es un encuentro personal con Jesús, si no, no nos podemos decir discípulos. Pero además de conocerlo, debemos mantenernos fieles a su Palabra. Muchos conocieron a Jesús y escucharon sus palabras, pero en el momento difícil prefirieron alejarse de Él.
A nosotros nos puede pasar lo mismo: que conozcamos a Jesús, que nos agraden sus palabras, pero que en los momentos decisivos no sigamos sus formas de actuar y prefiramos nuestras seguridades. La fidelidad es, pues, la segunda condición para ser discípulo. La tercera es estar dispuesto a convertirse en testigo de la resurrección. Muchos conocemos la muerte de Jesús y nos compadecemos de Él. Pero el verdadero testigo lleva al mundo el mensaje de la resurrección de Jesús: un mensaje de esperanza y de vida. El pasaje del evangelio de este día completa el perfil del discípulo: escogido para amar. Todo lo que hace el discípulo tiene fundamento en el amor que Dios Padre nos tiene y que nos ha manifestado en su hijo Jesús. Por eso es capaz el discípulo de llevar esperanza y alegría. Por eso es capaz de amar al estilo de Jesús.
El mandamiento que les da Jesús consiste en amarse unos a otros de manera constante y de por vida, como él lo ha hecho, demostrándolo al dar la vida por ellos. Ser discípulo y discípula implica amar a Jesús y amarse mutuamente, y el amor del discípulo hacia sus hermanos ha de ser tan grande que esté dispuesto a entregar la vida.