Lecturas del viernes, séptima semana de Pascua, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Vie, 2015-05-22

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 25, 13-21

En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días. Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: -«Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, corno Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al César.»

Sal 102, 1-2. 11-12. 19-20ab R. El Señor puso en el cielo su trono.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 15-19

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: - «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: - «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis corderos.» Por segunda vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me arnas?» Él le contesta: - «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Él le dice: - «Pastorea mis ovejas.» Por tercera vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: - «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: - «Sígueme.»

II. Compartimos la Palabra

“Está vivo”

El apóstol Pablo está llegando al final de su carrera; puede repetir con toda verdad lo que él mismo escribió a su discípulo predilecto Timoteo: “he combatido bien mi combate, he llegado hasta la meta, he mantenido la fe”.

Pablo sigue, aún al final, predicando a tiempo y a destiempo, a toda persona de cualquier condición y en cualquier situación en que éstas se encuentren. La centralidad de su mensaje es la persona de Cristo, Cristo vivo.

Lo que separa a Pablo de los judíos no es una doctrina; lo que separa a los cristianos de todos los tiempos de sus contemporáneos no son las doctrinas, sino un hecho, la Resurrección; una persona, Jesucristo que está vivo.

Y sólo el anuncio sin componendas de esta verdad es lo que salva al hombre, sólo eso es lo que puede mover el corazón humano, aún el más perdido, para que se ponga a buscar la Verdad. Pablo tiene experiencia de esto y por eso vive para anunciar esta verdad, en Judea, en Asia, en Roma, dejándolo todo lleno del Evangelio.

“¿Me amas?”

El evangelista quiere resaltar y recuperar la figura de Pedro. Deja claro dos cosas: que ha sido elegido para apacentar el rebaño y que dará testimonio con el martirio. La condición indispensable para ser pastor del rebaño es la centralidad del amor; por eso Jesús, por tres veces, pide a Pedro una confesión de amor.

Con la confesión de amor y con el encargo de Jesús: “apacienta mis ovejas”, queda claro que la clave es Jesucristo. Él es el Pastor, Él es la puerta; sólo en una dependencia de seguimiento de Él se puede ejercer acertadamente el pastoreo del rebaño. Las ovejas son Suyas, el ministro no debe vivir a costa de las ovejas, ni explotarlas, ni maltratarlas, sino sólo servirlas y amarlas.

El amor en el seguimiento es también crucial en esta perícopa, que entronca con la confesión de fe de Pedro. En ambos pasajes Jesús dice a Pedro: “Tú, sígueme”, y también “ponte detrás de mí”.

La pregunta ¿me amas? ilumina y resuelve todos los acontecimientos humanos cuando el Espíritu Santo nos concede responder “sí, te amo”, y seguir al Señor.

“Dios es un enamorado que quiere ser amado. El que nos ha creado está esperando nuestra respuesta al amor que nos ha dado la vida. Dios no nos dice sólo “tú eres mi amado”, sino que también nos dice: “¿me amas?”, y nos proporciona innumerables posibilidades para responder “sí”. En esto consiste la vida espiritual: en la posibilidad de responder “sí” a nuestra verdad interior. Así cambian radicalmente todas las cosas… todo puede convertirse en expresión de la pregunta divina: “¿Me amas?”. Y en cualquier momento del viaje, existe siempre la posibilidad de responder “sí” y de responder “no”. (Henri Nouwen).

Que al final del camino pascual, con la efusión del Espíritu Santo, nos abramos con corazón nuevo a la posibilidad de responder siempre este “sí” que llevamos grabado en nuestros corazones.

MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)