Lecturas del sábado, séptima semana de Pascua, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2015-05-23

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 28,16-20.30-31

Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con un soldado que lo vigilase.
Tres días después, convocó a los judíos principales; cuando se reunieron, les dijo: «Hermanos, estoy aquí preso sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres; en Jerusalén me entregaron a los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, tuve que apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo he querido veros y hablar con vosotros; pues por la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas.» Vivió allí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

Sal 10, 4. 5 y 7: R. Los buenos verán tu rostro, Señor.

El Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres. R/.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 20-25

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado:
«Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?» Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»
Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

II. Compartimos la Palabra

Hoy es la víspera de la celebración de Pentecostés. Sucedió mientras “los discípulos se dedicaban a la oración en común. Lo hacían junto a algunas mujeres, entre ellas María, la Madre de Jesús”. Nosotros, al celebrarlo, lo recordamos, lo agradecemos y solicitamos sus mismos dones.

Pablo, Pedro y el Espíritu Santo

Pablo, movido por el Espíritu, apela al César. Hoy se nos narra la llegada a Roma y cómo estuvo allí en prisión domiciliaria, en una casa alquilada, custodiada continuamente por un soldado romano. Desde el comienzo, hizo lo de otras veces: predicar a Cristo y ser su testigo. Primero a sus hermanos judíos, a quienes llamó y con los que se reunió; más tarde, a todos los demás, convencido como estaba de que el Reino no era monopolio de los judíos sino oferta gratuita y saludable para todos.

En los versículos anteriores Jesús desvela a Pedro el final de su vida y el martirio. Su reacción fue, como otras veces, transparente e inmadura todavía, y, en lugar de quedar satisfecho con lo que le mostró Jesús, se manifiesta deseoso de conocer lo que iba a suceder con “el discípulo a quien Jesús tanto quería”, Juan, según la mayoría de los exégetas. Jesús le hace ver su imperfección y curiosidad, recalcando: deja que cada uno tenga y dé cuenta de su vida; tú tienes bastante con la tuya. Y, lo tuyo, es seguirme, con todo lo que el seguimiento lleva consigo. Nos consta que Pedro lo entendió. Y, más importante todavía, con los dones del Espíritu lo practicó, lo vivió y, dando testimonio de su Maestro, así murió.

Los “Hechos” de los “otros” apóstoles

Los Hechos de los Apóstoles terminan con los últimos años de Pablo en Roma y con su muerte allí. El Evangelio de Juan acaba con Pedro en escena´, en íntima conversación con Jesús, narrada por Juan, maestro de intimidades.

Pero hay más “Hechos”, porque ha habido y sigue habiendo más Apóstoles. Algunos los conocemos porque han sido escritos para recuerdo suyo y edificación nuestra; la mayoría son anónimos para nosotros, no para Dios. Pero el hecho es que, una vez que Jesús asciende al cielo, nos promete el Espíritu y este llega a los discípulos y a nosotros, nace la Iglesia, comienza nuestro tiempo, y el Reino de Dios será lo que nosotros hagamos de él y con él. Estos son los nuevos Hechos de los siempre nuevos Apóstoles, que tratan de vivir la consigna de Jesús: “Como el Padre me envió, así os envío yo… Y exhaló sobre ellos el Espíritu Santo” (Jn 20,21-22). Desde entonces sabemos que “Nadie puede decir que Jesús es el Señor si no es movido por Espíritu Santo” (I Cor 12,3). Pero, sobre todo, desde entonces los seguidores de Jesús, los que formamos el Reino de Dios, guiados por el Espíritu, somos los continuadores de la misión del Maestro. Y esto, en la práctica, se nota porque vivimos como Jesús, amamos como él, intentamos perdonar como él y procuramos contactar con el Padre Dios como él. Cuantos nos vean actuar de esta forma reconocerán: no son ellos, es el Espíritu quien obra en ellos y les hace vivir así. Eso es ser espirituales, sin dejar de ser personas humanas. Eso es vivir como Jesús, dar testimonio de Jesús y construir el Reino como él.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino