de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
22 Mayo
Santa Rita de Casia
Hechos 25, 13-21: “Pablo asegura que está vivo un hombre llamado Jesús, que había muerto”, Salmo 102:“Bendigamos al Señor, que es el rey del universo. Aleluya”, San Juan 21, 15-19:“Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”
Hoy, cuando estamos ya tan cerca de la fiesta de Pentecostés, se nos presentan los dos grandes apóstoles, Pedro y Pablo, asumiendo su misión como discípulos. Desde su realidad muy concreta y limitada, aceptan proclamar el evangelio a un mundo que parece diferente pero que anhela también la verdad y la justicia que proclama Jesucristo.
En la primera lectura encontramos a Pablo que para librarse de la miopía de la justicia judía, se acoge al privilegio de ser ciudadano romano y pide ser juzgado conforme a estas leyes que le ofrecen una mayor posibilidad de respeto hacia sus derechos y garantías individuales. Aprovecha para ahí predicar y anunciar la verdad de Jesús muerto y resucitado. Hoy también en nuestros ambientes hay lugares, fuera de nuestros círculos religiosos, que se abren a mayores posibilidades de respeto y reconocimiento de la dignidad de las personas y que sin embargo no tienen la riqueza del evangelio. Debemos establecer una sana relación que nos ayude a enriquecernos y a llevar más allá de nuestros propios círculos las aportaciones de Jesús resucitado.
También Pedro, después de asumir su compromiso de amar, de amar sin medida ni restricciones, acepta la misión que lo llevará por caminos que él no quería o ni hubiera imaginado. Que en este día, aceptemos también nosotros el compromiso de llevar Buena Nueva a sitios y personas de buen corazón pero que no tienen a Jesús, como una propuesta abierta y compartida de nuestra experiencia religiosa. El Papa Francisco ha abierto muchas posibilidades y nos ha señalado caminos para ir a las periferias, a los descartados, a los diferentes. No podemos ser una Iglesia anquilosada, cerrada en sus seguridades que acabaría pervirtiendo y corrompiendo su misión. Cerca de nosotros siempre encontraremos personas de buen corazón con quienes podremos compartir y asumir el compromiso de buscar una comunidad mejor.
En todos los lugares hay personas capaces de construir, de aportar, y de tener buen corazón. Tendremos que unirnos a ellos, aceptar sus aportaciones y ofrecerles la Buena Nueva de Jesús. Pedro recibe la misión de mostrar su amor apacentando a las ovejas, a todas las ovejas, a los diferentes, a los lejanos, a los que no están con nosotros.