de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
26 Mayo
San Felipe Neri
Eclesiástico 35,1-15: “El que guarda los mandamientos ofrece sacrificio de acción de gracias”, Salmo 49: “Dios salva al que cumple su voluntad”, San Marcos 10, 28-31:“Recibirán cien veces más en esta vida, junto con persecuciones, y en el otro mundo la vida eterna”
¡Qué triste es cuando una persona que dice amarte, te echa en cara y cobra lo que ha hecho por ti! El amor es gratuito y no actúa con ventajas ni condicionamientos.
El amor que Jesús nos otorga es así: gratuito, fiel y constante. El amor de los apóstoles, de Pedro en concreto, parece tener otros intereses y cuando no ve claro dónde obtendrá sus ganancias se arriesga incluso a insinuar sus expectativas. La ganancia en el seguimiento de Jesús está en la misma relación que se establece con Él y que proporciona una gran felicidad diferente, ciertamente, a la que proporciona el mundo. Se cambian los valores, se invierten los intereses y aquello que parecía fundamental se descubre como de poco o nulo valor.
Jesús no promete los reinos ni los placeres del mundo. Promete multiplicar cien veces cada cosa que hayamos dejado por Su amor. Pero siempre con la presencia de persecuciones y sufrimiento. Pero nuestro seguimiento debe ser por amor y no tanto por los intereses. ¡Qué tristeza que manipulemos la religión! ¡Qué dolor que manipulemos el mismo amor de Jesús para nuestros propios intereses! Es frecuente la queja de que le hemos hecho oración, que le hemos ofrecido sacrificios, que hemos prendido veladoras y que no hemos encontrado la respuesta que esperábamos. Como si estuviéramos depositando unas monedas en la máquina para que nos sirviera el producto que hemos comprado. El seguimiento de Jesús es muy diferente. Ciertamente proporciona felicidad, pero no podemos condicionar nuestra felicidad para seguirlo.
Nuestro seguimiento debe responder a la experiencia de sabernos amados por Él hasta las últimas consecuencias, y viendo este amor, nos sentimos impulsados a amarlo y a seguirlo. Ya el propio seguimiento es un paso a la felicidad porque nos estamos llenando más de su amor. Que hoy revisemos las formas concretas en que amamos a Jesús, que busquemos purificar nuestras intenciones y que nos pongamos libremente en sus manos para lo que Él quiera y como Él lo quiera.