I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Tobías 1,3;2,1b-8:
Yo, Tobías, procedí toda mi vida con sinceridad y honradez, e hice muchas limosnas a mis parientes y compatriotas deportados conmigo a Nínive de Asiria. En nuestra fiesta de Pentecostés, la fiesta de las Semanas, me prepararon una buena comida.
Cuando me puse a la mesa, llena de platos variados, dije a mi hijo Tobías: «Hijo, anda a ver si encuentras a algún pobre de nuestros compatriotas deportados a Nínive, uno que se acuerde de Dios con toda el alma, y tráelo para que coma con nosotros. Te espero, hijo, hasta que vuelvas.»
Tobías marchó a buscar a algún israelita pobre y, cuando volvió, me dijo: «Padre.»
Respondí: «¿Qué hay, hijo?»
Repuso: «Padre, han asesinado a un israelita. Lo han estrangulado hace un momento, y lo han dejado tirado ahí, en la plaza.»
Yo pegué un salto, dejé la comida sin haberla probado, recogí el cadáver de la plaza y lo metí en una habitación para enterrarlo cuando se pusiera el sol. Cuando volví, me lavé y comí entristecido, recordando la frase del profeta Amós contra Betel: «Se cambiarán vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegías.» Y lloré. Cuando se puso el sol, fui a cavar una fosa y lo enterré.
Los vecinos se me reían: «¡Ya no tiene miedo! Lo anduvieron buscando para matarlo por eso mismo, y entonces se escapó; pero ahora ahí lo tenéis, enterrando muertos.»
Sal 111,1-2.3-4.5-6 R/. Dichoso quien teme al Señor
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R/.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12,1-12:
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos: «Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron. Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron: "Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia." Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros. ¿No habéis leído aquel texto: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?»
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.
II. Compartimos la Palabra
Tobías temía a Dios más que al rey
La primera lectura nos indica quién era Tobías, “el que temía a Dios más que al rey”. Todo su comportamiento se rige por querer agradar más a Dios y todos sus mandatos que al rey y todas sus prescripciones. Estamos en la fiesta del Señor, en la fiesta del Pentecostés judío, que siendo una fiesta de carácter agrícola, en el judaísmo tardío, se convirtió en la fiesta de la Ley, y se celebraba cincuenta días después de la salida de Egipto. Tobías quiso celebrar con solemnidad esta fiesta del Señor, con una buena comida invitando a hombres piadosos de su tribu. Pero para Tobías la comida quedó interrumpida con la noticia de que un israelita había sido estrangulado y su cadáver había sido tirado en la plaza. Tobías impulsado por su Dios a quien temía, a quien amaba, el que le pedía no abandonar ese cadáver en la plaza… dejó el banquete, fue a recogerlo a escondidas y lo dio sepultara, jugándose su vida porque las autoridades civiles no permitían hacer tal cosa.
Los creyentes en Dios de todos los tiempos han seguido el camino de Tobías. Podemos recordar las palabras de Pedro y Juan, cuando las autoridades de entonces les prohibieron hablar de Jesús: “Juzgar si es justo ante Dios obedeceros a vosotros más que a Él; porque nosotros no podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oído”.
Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia
Nos dicen los exégetas, los estudiosos en este caso de los evangelios, que para entender bien las palabras de Jesús es necesario saber a quién se las dirige. La parábola del evangelio de hoy se la dirige a “los sumos sacerdotes, a los letrados y a los senadores”, es decir, a personas relevantes de la religión judía, que no aceptaban a Jesús, que no eran capaces de ver a Jesús, como lo que verdaderamente era, el Hijo de Dios que venía a arrojar toneladas de luz a nuestra existencia y a demostrarnos su desbordante amor.
Esta parábola, bien clara en sus términos que no necesitan gran explicación, se la dirige, seguro que con dolor, a estos eminentes judíos, porque rechazan el sublime regalo que les ofrece. “Ellos intentaron echarle mano”, intentaron que no siguiese difundieron su buena noticia, pero Jesús no les va a hacer caso. No se va a callar, quiere dejar bien claro el tesoro de su buena noticia, la que va a alegrar la vida de muchos millones de personas humanas. Si por difundir su evangelio, luz para los hombres de buena voluntad, le clavan en una cruz, no se va a echar atrás, no se va a callar… y los cristianos de todos los tiempos se lo agradecemos de corazón, nos ha alegrado la vida para siempre.
San Justino nació en Samaria en el año 100. Dejó la filosofía al encuentro con Cristo y su evangelio. El resto de su vida lo dedicó a propagar y defender la verdad cristiana que había descubierto. Escribió varias obras en defensa del cristianismo. Murió mártir en tiempos de Marco Aurelio en el 165.
Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)