El Cuerpo y la Sangre de Cristo

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

4 Junio

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Éxodo 24, 3-8: “Ésta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con Ustedes”, Salmo 115: “Levantaré el cáliz de la salvación”, Hebreos 9, 11-15: “La sangre de Cristo purificará nuestra conciencia”, San Marcos 14, 12-16. 22-26: “Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre”

Hoy celebramos una gran fiesta para todos los cristianos: el Cuerpo y la Sangre de Cristo. “El Corpus”, como popularmente le llamamos, es la celebración de ese gran acontecimiento que brota desde el más grande Amor para quedarse en alimento y presencia para todos los hombres.

La Eucaristía nace del amor de Cristo y se vuelve fundamento del amor entre los fieles reunidos en torno al alimento donado por Jesús, el pan que es su Cuerpo, el vino que es su Sangre. La Eucaristía responde a los más profundos anhelos y necesidades del hombre: su necesidad de alimento, su sed de amor, y su realización en la relación con los demás. La eucaristía sostiene toda la vida de la comunidad creyente.

Mientras hacemos presente el “amor hasta el extremo” por el que Jesús ofreció su vida en la cruz (pasado), nos comprometemos a formar un sólo cuerpo animado por la fe y la caridad solidaria (presente), “mientras esperamos su venida gloriosa” (futuro). En torno a la mesa del altar se renueva el sacrificio de Jesús y lo hace presente en medio de la asamblea. La comunión, común-unión, con Jesús nos une en un solo cuerpo a todos los participantes.

No podemos comulgar con Jesús y estar divididos entre los hermanos. La gran señal de los primeros cristianos era su reunión dominical para “alimentarse” de la Palabra y del Cuerpo del Señor, para expresar su solidaridad con los demás en la “koinonía” que consistía en compartir los bienes. Así como el pan se parte y se comparte, el verdadero cristiano parte y comparte lo que es y lo que tiene. Pero al mismo tiempo la Eucaristía o Fracción del Pan, tiene el sentido fuerte de esperanza.

La mesa común es signo no sólo de la mesa en la que participaremos todos en el cielo, sino también de esa mesa común que queremos formar para ofrecer a todos los hombres sin distinción de raza, lengua o condición humana. Fiesta del Cuerpo de Cristo es una fiesta para sentir la presencia de Jesús muy dentro de nosotros y animarnos a seguir construyendo su reino. Reconozcamos a Jesús en la Eucaristía, alimentémonos de su cuerpo y formemos con Él la comunión fraterna.