Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

19 Junio

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San Romualdo

II Corintios: 11, 18. 21-30: “Además de éstas y otras cosas, pesa sobre mí diariamente la preocupación por todas las comunidades cristianas”, Salmo 33: “El Señor libra al justo de todas sus angustias”, San Mateo: 6, 19-23: “Donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón”

¿Qué es lo más importante para mi en mi vida? ¿Cuáles son los valores que me sostienen y que me ayudan a superar las dificultades? Parecerían preguntas que todos podemos contestar fácilmente pero que después en la práctica no siempre coinciden con lo que estamos haciendo. Como si dijéramos que queremos ir a un cierto sitio y que después nos encaminamos por rumbos totalmente diferentes.

El Señor Jesús hoy nos propone un examen para descubrir cuáles son nuestros intereses: “donde está tu tesoro, ahí está tu corazón”. Me gusta mucho la actitud de Pablo que cuando le reclaman su autoridad como apóstol de Jesús, con hechos demuestra en dónde ha puesto toda su confianza y todos sus intereses. Describe todo lo que ha tenido que sufrir: fatigas, cárceles, azotes, peligros de muerte, viajes… y mil cosas más, pero todo esto lo sufre con alegría porque le interesa difundir el evangelio y tiene un amor entrañable a las comunidades.

Se entrega plenamente al servicio de la Palabra de Dios y se siente impulsado en cada uno de sus actos a proclamar el evangelio. Su gran preocupación son las comunidades cristianas y estar cerca de cada uno de sus miembros en especial de los que se enferman o tienen problema. Todo lo hace por el evangelio. ¿Nosotros dónde ponemos nuestro corazón? Quizás por eso nos cuesta mucho trabajo ser perseverantes en la fe y en la búsqueda de la verdad, porque fácilmente se nos atora en nuestro interior el interés que ofrece el mundo: los valores materiales y el dinero.

Con una insistencia machacona y perversa se busca convencernos de que lo que único que vale es la producción, el dinero y los bienes… y llegamos a creerlo y despreciamos los bienes espirituales y los verdaderos valores. Así termina el hombre reducido a un productor de bienes y es desechado cuando no puede producir. ¿Qué fácil se mete la ambición en el corazón! Hoy tenemos que revisar cuál es nuestro principal interés y qué nos dice Jesús de nuestra forma de proceder. ¿Dónde está tu corazón? ¿Cuál es tu tesoro?