2015-06-20 Radio Vaticana
(RV).- El Papa Francisco recibió en audiencia, el tercer sábado de junio a mediodía, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano, a los casi cuatrocientos miembros de la Federación Nacional de los Caballero del Trabajo.
Tras agradecer las palabras que le dirigió el Presidente de la Federación en nombre de los presentes, el Santo Padre afirmó que la condecoración de la Orden “al Mérito del Trabajo” constituye, desde hace más de cien años, un importante reconocimiento por parte de los más altos cargos del Estado, a quienes se han distinguido en el mundo empresarial y económico, contribuyendo a crear trabajo y a hacer crecer el valor de los productos italianos en el mundo.
El Papa Bergoglio recordó que esta condecoración es sumamente valiosa en nuestro tiempo en el que después de la crisis económico-financiera ha conocido un fuerte estancamiento y una verdadera recesión, en un contexto social ya marcado por las desigualdades y el desempleo, especialmente del sector juvenil.
“Sobretodo – añadió el Pontífice textualmente – esta última es una verdadera y propia plaga social, porque priva a los jóvenes de un elemento esencial para su realización, y al mundo económico de la aportación de sus fuerzas más frescas. El mundo del trabajo debería estar en espera de jóvenes preparados y deseosos de empeñarse y sobresalir”.
“Al contrario – observó el Obispo de Roma– el mensaje que los jóvenes han recibido frecuentemente en estos años es que de ellos no se tiene necesidad. Y éste – dijo el Papa – es el síntoma de una disfunción grave, que no se puede atribuir sólo a causas de nivel global e internacional”.
Entre los conceptos que el Papa Francisco también recordó a la Federación italiana de los Caballero del Trabajo destacamos que el bien común, en su calidad de fin último de la vida asociada, no puede ser alcanzado a través de un mero incremento de la ganancias o de la producción, porque tiene como presupuesto imprescindible la implicación activa de todos los sujetos que componen el cuerpo social.
De ahí que el Papa haya destacado que la enseñanza social de la Iglesia se remonta continuamente a este criterio fundamental, a saber: que el ser humano está en el centro del desarrollo, y que mientras los hombres y las mujeres permanezcan pasivos o marginados, no se puede considerar que se haya logrado plenamente el bien común.
Por esta razón Francisco los exhortó diciéndoles: “Ustedes se han distinguido porque han osado y arriesgado, han invertido ideas, energías y capitales, produciendo, encomendando tareas, pidiendo resultados y contribuyendo a que otros sean más emprendedores y colaborativos. He aquí la envergadura social del trabajo: la capacidad de implicar a las personas y encomendar responsabilidades, de modo que se incite la audacia, la creatividad y el empeño”.
Y esto – añadió el Santo Padre– “tiene efectos positivos sobre las nuevas generaciones y hace que una sociedad vuelva a comenzar a mirar hacia adelante, ofreciendo perspectivas y oportunidades y, por tanto, esperanzas para el futuro”.
Otro de los temas abordados por el Obispo de Roma el del papel social del trabajo y su implicación ética enraizada en la justicia y el respeto de la ley, lo que conlleva a un auténtico desarrollo económicos, que no margine a los individuos y a los pueblos, maniendo alejada la corrupción y preservando el ambiente natural. Porque como reafirmó Francisco, la práctica de la justicia, tal como enseñan los textos bíblicos, no se limita a la abstención de las iniquidades o a la observancia de las leyes – incluso si esto ya es tanto –, sino que debe ir más allá:
“Es verdaderamente justo quien, además de respetar las reglas, actúa con conciencia e interés por el bien de todos, además del por el propio. Es justo quien se interesa por el destino de los menos aventajados y de los más pobres, quien no se cansa de trabajar y está dispuesto a inventar caminos siempre nuevos”.
Con estos deseos el Pontífice invocó sobre todos ellos, sus familias y actividades la intercesión de San Benito de Nursia, Patrono de los Caballeros del Trabajo, a la vez que los bendijo de corazón, pidiéndoles, también a ellos: “Por favor, no se olviden de rezar por mí”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).