de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
25 Junio
Génesis 16, 1-12. 15-16: “Agar le dio un hijo a Abram y Abram lo llamó Ismael”, Salmo 105: “Demos gracias al Señor porque es bueno” , San Mateo 7, 21-29: “La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena”
¿Por qué muchos hombres y mujeres que parecen fuertes y entusiastas de repente se ven agobiados, cansados y hasta negativos? Cristo previene a sus discípulos con esta imagen de dos casas construidas de manera diferente y el Papa Francisco, haciéndose eco de esta propuesta, también insiste en que cada discípulo misionero debe tener una sólida espiritualidad. De lo contrario, el aparentemente fuerte edificio, se viene abajo a con los primeros vientos fuertes o las primeras dificultades.
Esa falta de espiritualidad profunda que se traduce en el pesimismo, el fatalismo, la desconfianza. “Algunas personas no se entregan a la misión, pues creen que nada puede cambiar y entonces para ellos es inútil esforzarse. Piensan así: «¿Para qué me voy a privar de mis comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?». Tal actitud es precisamente una excusa maligna para quedarse encerrados en la comodidad, la flojera, la tristeza insatisfecha, el vacío egoísta.
Se trata de una actitud autodestructiva porque «el hombre no puede vivir sin esperanza: su vida, condenada a la insignificancia, se volvería insoportable». Y el mismo Papa Francisco nos propone bases de toda nuestra construcción: un encuentro profundo y serio con Jesús Resucitado. “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto”. Además de este encuentro con Jesús propone una cercanía y acompañamiento al pueblo, vivir sus dolores y sus angustias pero mirándolo con los ojos de Dios. Además nos invita a una seria oración personal, de encuentro profundo con Jesús.
Una oración de intercesión que en nada se opone a la contemplación. Dejarse guiar por el Espíritu Santo y finalmente acogerse al regazo maternal de María. Son cimientos seguros y fuertes para construir una casa que pueda resistir vientos y tempestades. Casa construida sobre roca, no sólo en palabras y exterioridades.