¿POR QUE LA IGLESIA CATOLICA CELEBRA EL DOMINGO Y NO EL SABADO JUDIO?

En el segundo libro de la Biblia -El Éxodo- es en el que se nos narra y demuestra históricamente, el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham de que su descendencia después de haber vivido un largo tiempo como esclava de los egipcios, sería llevada a la tierra prometida en la que habría en abundancia leche y miel. También vemos en este libro, una doctrina religiosa de gran importancia, porque en ella se manifiesta y se narra la alianza del Sinaí, la vinculación que hay del pueblo de Israel, con Yahvé el Dios de los patriarcas, que no quiere que este pueblo, asocie su culto religioso a los ídolos de otros pueblos contemporáneos. Y les da entre otras muchas normas -sus mandamientos-, en la gran y maravillosa -Teofanía-, en el -Sinaí- en la que afirma en forma solemne y enfática, que Él es Yahvé el Dios que los hizo salir de la tierra de Egipto. Entre esos mandamientos está el de guardar el -sábado- palabra que algunos dicen que proviene del hebrero y significa: “Cesar, descansar”. Otros lo relacionan con el -sabattu- de los babilonios que quiere decir: -el día de la luna llena- pero dentro de la ley mosaica es el día dedicado a Yahvé. Y hay que cesar todo trabajo hasta en los animales. Pero la legislación mosaica, ha sido perfeccionada.

Sin embargo entre el sábado judío y el domingo cristiano, no existe ninguna continuidad sino sustitución; al principio el sábado coexistió con el domingo. La primera generación cristiana frecuentaba las reuniones sabáticas de la sinagoga y “El primer día después del sábado” (domingo) se reunían para la celebración de la eucaristía. Sin embargo no tardó mucho tiempo en haber cierto distanciamiento entre estos días y fue por motivo de los paganos convertidos al cristianismo a quienes San Pablo declara exentos para cumplir la Vieja Ley de Moisés. Y como un punto más para dicha separación fue la enseñanza de Jesús acerca del sábado judío. Esta, todavía estaba viva. Recordaban como el Señor Jesús se había declarado Señor del sábado, con lo cual podemos decir que por ello el sábado judío quedo abrogado y aun más esto queda confirmado cuando Jesús consumó en un solo día(el primer día después del sábado) aquella oblación salvadora resucitando de entre los muertos. En el año en que Jesús murió, la pascua judía cayó en sábado; entre la muerte y la resurrección. Fue un día sombrío y triste, un día misterioso como para indicarnos el fin del sábado judío, y el paso definitivo de la Antigua a la Nueva alianza. En adelante la comunidad cristiana, considerará al sábado judío demasiado material y formalista como una simple figura o sombra de algo ya pasado. Los cristianos tienen su propio día. El día del Señor; el Domingo. ¿Por qué?

Porque el primer día después del sábado es en el que Jesús resucita, sale vencedor de la muerte. Los cuatro evangelistas en plena concordancia, como que tienen sumo interés en manifestarnos expresamente que el día en el que el Señor resucitó, fue el primer día después del sábado, es decir el domingo. Esta concordancia constituye una sorpresa, ya que los evangelios denotan escaso interés por las precisiones cronológicas. Los apóstoles y los primeros cristianos nos dan a entender con esto, que no solamente pusieron su atención en el gran misterio de nuestra salvación, sino también en el misterio del día. Junto al misterio redentor de la Resurrección, no podía menos de adquirir, también, una significación y consagración el día en que tuvo lugar tan importante acontecimiento. Si nos fijamos bien el domingo es una institución más bien divina que humana. No son los hombres, los que lo eligieron sino Dios. No son acontecimientos humanos los que están al origen de ese día, sino divinos. En domingo resucita el Señor, a esto hay que añadir de inmediato la celebración de la presencia de Jesús resucitado en medio de los apóstoles que estaban reunidos en el cenáculo a los cuales les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Lo mismo les sucedió a los discípulos que iban a la aldea de Emaús, a quienes Jesús acompañó en su viaje y se sentó en la mesa con ellos. También se aparece a María Magdalena, quien lo confunde con el jardinero. Por todo esto, el domingo puede definirse, sacramento de la presencia del Señor resucitado a su Iglesia. Con toda razón podemos decir que el domingo, es el día creado y donado por Dios. Aparece como el día de las obras maravillosas de Dios, en el que el amor creador y redentor de Dios, se manifestó a su iglesia de una manera sorprendente. Dios ha santificado y hecho el domingo como un día radiante de luz que debe iluminar el tiempo de la historia de la humanidad; de la salvación. El domingo es el día por excelencia y vivirlo es entrar bajo la gracia del misterio redentor de Dios. El día primero Dios creó la luz dice el A. T. En el Nuevo testamento tenemos ese primer día de la semana, en el que fueron disipadas las tinieblas de la noche y de la muerte. Cristo el sol de la justicia resucita el día primero y como luz del mundo ilumina a todos los tiempos y a todos los hombres y hace de cada domingo un luminoso día pascual. Hacia la luz de este día eterno camina el cristiano, a través de las oscuridades de este mundo, teniendo por guía a Cristo, que cada domingo va por delante iluminándole el camino. Además de la resurrección acontecida el domingo, también en este día le fue dado el Espíritu Santo, a la Iglesia y fue en domingo la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Como vemos, no solo el mayor acontecimiento de la historia, tiene como fecha el “primer día de la semana” (el domingo) sino que también Pentecostés y los acontecimientos que se predijeron el día de los ramos. Por eso los cristianos celebramos el domingo y no el sábado. Día que no fue escogido por los hombres, sino por Dios. Repito la frase de Jesús: “A vino nuevo le están moldes nuevos”. La nueva alianza, tendrá un nuevo día: El Domingo. Este es el día de un mundo renovado, tiene el frescor de la juventud, por los misterios importantísimos que se realizaron en -domingo-. Este día es el punto de partida de una humanidad que ha vuelto a la gracia. ¡Celebremos el Domingo y no el sábado! Somos el nuevo pueblo de Israel, que peregrina por el desierto de la vida, hacia la tierra prometida: ¡El Cielo!
¿Cómo celebrar el domingo? Siendo el -Domingo- un día sagrado, lo primero que hay que hacer, es reunirnos en comunidad, para la celebración Eucarística, en la que adoramos, alabamos, agradecemos a Dios todos los beneficios que nos da, y le pedimos perdón, por las veces que hemos usado mal de esos dones ofendiéndolo, y El, siempre nos perdona y también le pedimos que nos siga ayudando. También nos reunimos para escuchar y asimilar sus enseñanzas y participar en su mesa, comulgando. El -Domingo- es un día especial para tributar nuestro homenaje a la -Divinidad- en forma comunitaria; es la fiesta de la familia en la que se reaviva la amistad fraternal evangélica, por eso todos nos saludamos de mano, ofreciendo nuestra amistad y paz. No olvide que la celebración de la Eucaristía, es el acto principal del día -Domingo- porque es el memorial del Misterio salvífico de nuestra salvación. No hay -Domingo- sin Eucaristía. Sin ésta, el domingo es un recipiente sin contenido, vacío. Un día del Señor, sin su presencia. También el -domingo- es día de descanso. Pero como algo accesorio, como consecuencia de la celebración del culto religioso. Pero desgraciadamente para muchos seres humanos, el descanso y la diversión son el centro del día -Domingo-. Es necesario rectificar esta mentalidad y conducta. Ciertamente hay que descansar como lo hizo -El Creador- pero que no se le haga como lo más importante. El descanso del domingo, tiene esencialmente una orientación: Cristocéntrica y de culto religioso. También el -domingo- es un día de honesta alegría y de reuniones familiares, muy necesarias, porque se alimenta el amor entre todos sus miembros. Es la reunión del jardín familiar en la que sus flores, alegran con sus risas o sus gritos. La participación de la mesa familiar, es prolongación del Banquete Eucarístico. Es muy bonito y necesario cultivar las relaciones familiares, porque la familia es una comunidad de personas, en un hogar común, en los que hay: Abuelos, suegros, nueras, yernos, hijos, nietos, bisnietos, en los que debe haber, armonía y paz: pero sobre todo amor, sin el cual no hay felicidad en la familia. Un amor humano-Cristiano, alimentado siempre y en especial en el -domingo- por la participación en la: Eucaristía. No olviden que su familia es y debe ser una pequeña Iglesia, que también por esa reunión esta celebrando el día ¡Domingo! Entonces que no se olvide que para el antiguo Pueblo de Israel fue el -sábado- y para el Nuevo Pueblo de Israel que somos los católicos y vamos caminando por el desierto de la vida temporal, hacia la tierra prometida -el cielo- es el Domingo día del triunfo de Cristo sobre la muerte y el pecado. ¡Arriba y adelante!