CUANDO DES UN REGALO

¿Alguna vez has invitado a comer o a merendar en tu casa a personas indigentes que te hayas encontrado en las calles? Posiblemente no (para como están las cosas, uno no suele invitar a casa a desconocidos, sean ricos o pobres). Así que lo más probable es que no hayas podido poner en práctica eso que aconseja Jesús: “Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos, y serás dichoso, porque ellos no te pueden corresponder...” (Lc 14, 13-14). Tal vez para muchos resulte difícil o incluso imposible realizar, al pie de la letra, esta propuesta del Señor, pero no deben descartarla del todo, porque hay otro modo de llevarla a cabo, que es muy sencillo y está al alcance de casi todos, especialmente en esta temporada. Consiste en sustituir las palabras ‘comida’, ‘cena’ o ‘banquete’ por la palabra ‘regalo’. De esta manera se mantiene intacto el sentido original de agasajar a alguien, pero aplicado de otra manera. El consejo entonces sería que cuando des un regalo, no pienses primero en dárselo a tus amigos, hermanos, parientes o vecinos ricos, pues como a su vez te regalarán algo, ésa sería tu única recompensa. Tú da ese regalo a quien no podrá regalarte nada a cambio, pues entonces el Señor se asegurará de que recibas una recompensa, y ésta no será poca, nos lo anuncia Jesús: ‘se te recompensará en la resurrección de los justos” (Lc 14, 14). Y cabe aclarar que así como el Señor está hablando de banquete, es decir, no de una comida cualquiera sino de algo muy suculento y sabroso, del mismo modo se trata de regalar algo bueno y bonito, algo que sin duda agradaría a un familiar o amigo tuyo, o te haría quedar muy bien con el jefe o el conocido influyente. Y no tiene que ser costoso, ni siquiera nuevo. Cuántas cosas guardamos pensando: ‘por si acaso’ las necesito. Pues bien, es hora de aplicar ese ‘por si acaso’ no sólo a uno mismo, sino a otros, y regalar ‘por si acaso’ alguien más necesita esas cosas más que nosotros. Sobra decir que me refiero a cosas buenas, porque quién sabe por qué hay personas que cuando regalan algo a gente necesitada, echan mano de lo viejo, lo roto, lo inservible, haciendo sentir a los destinatarios de su donación que sólo son dignos de recibir lo que ellas tiraron. Tuve recientemente la experiencia de participar en un acopio de enseres domésticos en el que había un gran contraste entre cosas gastadas y polvorientas, cosas usadas pero excelentes, y cosas nuevecitas; y pensaba: gracias a Dios que quien donó lo bueno resistió la tentación de dárselo a quien pudiera agradecerle y regalarle algo a cambio, y en lugar de eso lo dio anónimamente. Sin duda alguna su satisfacción fue mayor que si se hubiera conformado con hacerlo de otro modo. Dice san Pedro, en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver 2Pe 3, 8-14) que por ahora Dios nos tiene mucha paciencia, en espera de que nos convirtamos, pero cuando llegue el día del Señor, “perecerá la tierra con todo lo que hay en ella”. ¡Gulp! Eso significa que eso material a lo que tanto nos aferramos es perecedero, por lo que más nos vale desprendernos de ello, y una manera de lograrlo consiste en regalar lo que podamos a quienes más puedan aprovecharlo.
¿Qué tal si en esta Navidad donamos a alguna institución de caridad, cosas buenas y cosas nuevas, regalos que no nos avergonzaríamos de dar a nuestros parientes y familiares? Podemos donarlos en su nombre y regalarles la alegría de saber que recibirán la gratitud y las oraciones de quienes reciban lo donado.
En la Oración Colecta de la Misa de este domingo pedimos “Que nuestras responsabilidades terrenas no nos impidan, Señor, prepararnos a la venida de Tu Hijo”, aplicado a este caso, podemos traducirlo como un llamado a no limitarnos a regalar solamente en Navidad ni a quien nos pueda de alguna manera recompensar, sino todo el año y a quienes tal vez no conozcamos pero en quienes vive Aquel cuyo cumpleaños nos disponemos a celebrar.