ALEGRIA: ¡NACIO CRISTO EL SALVADOR!

LA VIRGEN MARIA AURORA DE LA SALVACION NOS TRAJO EL -CLAVEL- DE LA HUMANA REDENCION.

Aleluya, aleluya, nos ha amanecido un día santificado. Vengan naciones y adoren al Señor, porque hoy a descendido una gran luz sobre la tierra; “el Verbo se hizo hombre y habitó en medio de nosotros” (Jn., 1-14). Esto es lo que cantará la liturgia con ocasión del aniversario del nacimiento de Cristo. Al llegar la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios asumió la naturaleza humana, para reconciliar al hombre con su creador. Todo el mundo hace memoria, de una o de otra forma del nacimiento que tuvo lugar hace más de veinte siglos, en una gruta de roca calcárea, que de establo de bestias, pasó a clínica de maternidad divina. En medio del silencio de una humilde noche floreciente de estrellas y lejos del mundanal ruido, envuelto en pañales y recostado sobre el heno, hay un niño frágil e inofensivo, que alegra con su nacimiento a todos los hombres de buena voluntad. El nacimiento de Jesucristo, es igual a floración de fe y esperanza, porque es la promesa cumplida hecha desde los mismos principios de la humanidad. Aquella noche en la que el Hijo de Dios entró en el mundo como un niño, pasó silenciosa e inadvertida, pero ahora se le reconoce y celebra, con alegría y gratitud cristianas.

Porque la navidad es algo más, que un simple aniversario de un humilde nacimiento. Es más que el delicado vaivén de una cuna que se mece, para acallar y adormecer a un tierno infante. Es más que un recuerdo. Es el punto de partida de la REDENCION del hombre. Con el nacimiento del HIJO DE DIOS, se comienza a saldar la cuenta, contraída por la humanidad en su cabeza, en el edén maravilloso; saldo que tendrá feliz término en la resurrección de Cristo y plenitud en el día de la ascensión, en el que Cristo Jesús vuelve al Padre. Motivo de gozo muy justificado, es el nacimiento del que es LA VIDA, y que posteriormente la ofrecerá en oblación cruenta, para que nosotros la tengamos en abundancia. El nacimiento de Cristo, significa salvación, liberación del hombre de buena voluntad, de la muerte eterna y renacer espiritualmente, para pasar a ser hijos de adopción. Estábamos muertos a causa del pecado, pero con su obra redentora, nos hizo con El, una nueva creatura, una nueva obra de sus manos. El Bien por naturaleza tiende a difundirse; JESUS BIEN SUMO desde su cuna pasa a comunicarse; su nacimiento fue comunicado, no a los poderosos de aquellos tiempos, pues eran hombres enfermizos, llenos del triste peso de la vida mundanal, que habían llegado a las alturas por caminos dudosos y crueles. No fue anunciado a los envenenados por el exceso del trabajo, que piensan que les reditúa más, manejar los instrumentos de trabajo, que un niño sobre unas pajas. No a los amargados de la vida, porque esos han sido unos soñadores que han supervalorado las cosas de aquí abajo, con un precio que no tienen, ni está garantizado; pero que nunca sabrán valorar la envoltura del DIVINO INFANTE. No a los enfermos de tedio, que buscan en la religión, única y exclusivamente bálsamo y consuelo. No a los de corazón marchito, próximo a morir y que piensan que Dios ya no puede hacer nada por ellos. Para todos estos no va el mensaje. El nacimiento de Jesús fue anunciado a unos sencillos y míseros zagales, que por aquellos contornos vigilaban con sacrificio lo poquito que tenían, pero estaban dispuestos a dejarlo por ir a ver lo que se les había anunciado. El nacimiento fue anunciado a los de buena voluntad.

La lección que nos da Jesús desde el establo es del todo conmovedora; pañales, paja, una gruta obscura; por donde quiera pobreza; lección que debiéramos imitar, con una sana indiferencia a lo próspero o a lo adverso; a la salud o a la enfermedad; a los triunfos o a los fracasos. Pero lamentablemente se está perdiendo capacidad para lo que exige sacrificio, esfuerzo y renuncia de sí mismo. Que este aniversario más del nacimiento de Cristo que celebramos, despierte en nosotros el deseo de ser mejores. De nada sirve que Cristo haya nacido, si en esta fecha, no va a nacer de nuevo en nosotros, si no nos amamos si quiera un poco mutuamente. Trabajemos para que haya hombres de buena voluntad, que entiendan que la humanidad requiere de paz, y no de infortunios. Que comprendan que en la navidad, el amor de Dios por el hombre se hace visible en aquel niño, que viene a nosotros, para enseñarnos a ser hermanos y no rivales. En ella, florece el amor entre la paja, haciendo realidad, lo que fue expectante ilusión milenaria. Pero nosotros también debemos ser signos de ese amor en el mundo. Haga fiesta en la familia por la navidad, pero que esa fiesta tenga como centro a Cristo. Su reunión familiar en esta ocasión debe ser la expresión de un amor sincero a Jesús que es el amigo que no nos falla. Si va a hacer algún obsequio, explique la razón de ello sobre todo a los niños. Dígales que ese regalo es una respuesta al regalo que Dios nos ha dado. ¿Cuál regalo? Su Hijo amado Jesús nuestro salvador. PROCURE NO SOLO DESEAR A OTROS FELICIDADES, SINO DAR FELICIDAD. Con una cara amable, un saludo afectuoso, una amistad sincera, ya que un amigo vale más que una mina de ora, ayude a sonreír a los que están tristes, La sonrisa limpia, pura, es fulgor maravilloso de almas buenas que saben encontrar a la vida lo positivo que tiene. Los amargados no saben sonreír; menos los orgullosos. Alégrese pues con su familia, porque Dios vive entre nosotros. Y disfrute y aproveche esa divina presencia, que trae la salvación para toda la humanidad. Desde su humilde cuna; El pesebre que es su primer altar, su primera cátedra, y su primer trono; en el que empieza a reinar, por los siglos de los siglos. ¡Amén!